¡Niño divino!

    Bendícelas, Señor
        Sí, Jesús mío, bendice a tus catequistas; Tú que has dicho a tus discípulos: “Dejad que los niños vengan a mí” y “El que recibe a uno de estos pequeñuelos en mi nombre, me recibe a Mí y quien a Mí me recibe, recibe a mi Padre, que me ha enviado”

        ¡Oh, Niño hermoso! Acuérdate de las catequistas de atocha se han sacrificado para que vinieras a reinar entre nosotros.

        Con sus trabajos, pidiendo por la Coruña, han pagado tu Imagen bendita, en la que has querido representar al vivo la enseñanza de nuestro Catecismo y las condiciones para trabajar con provecho.

        Que siempre te miren, para obrar según el divino modelo que tienen delante.

        El Corazón descubres rodeado de llamas, ¡de amor lo tienes inflamado! Abrasa también e inflama en ese amor el corazón de quienes quieren formar otros muchos que al tuyo se parezcan.

        Las manos traes cargadas de uvas y espigas, símbolo del pan y vino de la Eucaristía; ¡atrae a este Sacramento a las que han de formar en la Atocha generaciones eucarísticas!

        ¡Sí, bendícelas, Señor!

    ¡Niño divino!
        Por un exceso de incomprensible bondad, gustas de ser mandado por tus sacerdotes, en el altar, en el sagrario, en la iglesia, en la calle, cuando eres llevado en procesión o a los enfermos…

        En virtud de esos poderes, quiero que seas servido en llevar de mi parte un saludo cariñoso a todos mis compañeros en el sacerdocio.

        ¡Que la mirada dulcísima de tus ojos sea la luz divina que les haga conocer más y más tu Santa Eucaristía!

        Muéstranos las ternuras de tu Santísimo corazón, con todo el afecto que como hermanos les profeso.
     
    Del folleto “Natividad” (Págs. 98 y 103-104)

    Mi amado es blanco y rubio
    1. San Gregorio Niseno aplica estas palabras a la Carne y Sangre de Jesús; blanco por la carne y rubio por la sangre; blanco en la especie de pan, la Hostia y rubio por la caridad.

    2. La pureza y la caridad son los ornamentos preciosos del alma que se acerca al Esposo del Sagrario, lirio de los valles y flor del campo. Cordero inmaculado que se apacienta entre azucenas y rosales, o sea las almas puras y castas.

    3. El alma es blanca por la fe y rubia por la caridad y el Espíritu Santo. Para esto tenemos a la puerta del Sagrario a nuestro Niño Jesús, que con su hermosura quiere arrebatar nuestras miradas para iluminarlas con la fe y encender nuestros corazones en el amor.

    4. Y con las espigas y las uvas nos está enseñando que si queremos gozar de su hermosura debemos ir a la Eucaristía.

    5. Y se nos presenta descalzo para que hasta los pobres no recelemos en acercarnos a Él y se nos muestra como niño, para inspirarnos más confianza, diciéndonos “Sinite párvulos venire ad me”. Dejad que los niños vengan a mí y que no nos avergoncemos en ser como ellos, pues dios mismo quiso aparecer entre los hombres como niño.

    6. Vayamos siempre a Jesús por el camino de la confianza, arrebatados por la hermosura de nuestro Amado, diciendo como Santa Inés: “Yo tengo un esposo de quien soy tan amada como enamorada. Y a ese mi Esposo, a quien he prometido fidelidad eterna, los ángeles le sirven y las estrellas se pasman de su hermosura. Yo amo a Cristo, nacido de Madre virgen y de Dios virgen y amándole soy casta, abrazándole soy pura y desposándome con Él soy más que nunca virgen”

    Virgen María, tú eres blanca por la virginidad y rubia por la caridad y el martirio: a Ti consagro mi cuerpo y su virginidad, mi corazón y sus sufrimientos, para parecerme a Ti al recibir a mi amor Jesús Sacramentado. Amén.
    Del folleto: Recuerdo de la Comunión de la Fiesta de la Virgen de Atocha, celebrada el 8 de septiembre, 1923

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